La efervescencia de una primera generación que todavía está forjando una identidad propia y unas condiciones climáticas privilegiadas forman el caldo de cultivo en el que florece el Valle de Guadalupe, cuna de unos vinos mexicanos que buscan sorprender al consumidor.
El Valle de Guadalupe, en el noroccidental estado de Baja California, comprende alrededor de 10.000 hectáreas de cultivo que se distribuyen a lo largo de un corredor de unos 25 kilómetros.
En el estado, la historia de este producto se remonta al siglo XVIII, cuando los jesuitas llegaron al lugar y empezaron el cultivo de la vid.
No obstante, el éxito de la región es relativamente reciente, ya que explotó con la consolidación de la Ruta del vino hace menos de una década.
Actualmente, en el Valle se produce el 90 % de los vinos nacionales y ha convertido al municipio de Ensenada en el punto clave del enoturismo en el país.
"Uno de los encantos del Valle de Guadalupe es que prácticamente todos los que estamos acá somos primera generación, independientemente de nuestra edad", dice a Baja Press Fernando Pérez Castro, cuya familia es propietaria de las fincas La Carrodilla y La Lomita.
En uno de los rincones de La Carrodilla, el también presidente de Provino Baja California asegura que lo que hace al Valle especial es el hecho de que "se siente que hay algo que se está creando".
Al no estar enfocados en "vender un proyecto", como podría pasar en aquellos viñedos que perpetúan una tradición de décadas, la familia Pérez Castro prefiere que su producto hable por sí solo.
En su caso, están muy enfocados en los monovarietales -con cuatro vinos: Chenin Blanc, Shiraz, Cabernet y Tempranillo-, así como en que la uva refleje realmente "lo que pasó en el campo" y sea demasiado manipulada en bodega o crianza.
Asimismo, son el primer viñedo con certificación orgánica en México y aplican prácticas biodinámicas, que consisten en cuidar, ante todo, la salud de la tierra, apoyando la biodiversidad y una intervención humana responsable.
A unos kilómetros de allí se encuentra Viñas de Garza, un proyecto familiar de 15 hectáreas plantadas propiedad de Amado Garza.
El viticultor explica a Baja Press que lo que diferencia al vino de Baja California de los que se producen en otros rincones de México es el clima, que favorece que las plantas hagan "su maduración fenólica increíble".
Es decir, en otras partes del mundo en las que no hace tanto calor, la uva "batalla un poco" para llegar a los grados necesarios, pero aquí no se da ese problema.
"Por eso los vinos de Baja California tienen mucha estructura, y obviamente tienen mucho alcohol, llega esa maduración hasta donde tú quieras", señala Garza.
Además, la cercanía al mar influye en los sabores y textura de la uva: "Lo que le gusta a la uva es que tengamos un calor en el día y en la noche baja hasta 15 grados de diferencia. Y se hidrata, entra la brisa del mar hasta acá".
En la finca, donde producen unas 100.000 botellas al año con una decena de etiquetas diferentes, señalan que la temporada de este año viene con algo de retraso, porque los cambios del tiempo han obstaculizado la "dormancia" de la uva.
"No va a venir una floración homogénea; a lo mejor se va a complicar la pisca porque vas a tener fruta madura y otra no, vas a tener que piscar en dos tiempos", argumenta.
De acuerdo con datos del Consejo Mexicano Vitivinícola, el consumo per cápita de vino en México es de 750 mililitros, y en los últimos años ha crecido entre un 8 % y 12 % anual.
Los vinos extranjeros siguen manteniendo la preferencia: el 70 % de lo que se consume en el país es importado, mayoritariamente de Francia, España, Argentina y Chile.
Pérez argumenta que el abanico de vinos mexicanos es muy amplio, y que en Baja California y los valles vitivinícolas "no está nada escrito y cada quien, de alguna manera, está tratando de escribir lo que nosotros consideramos que es el gran vino bajacaliforniano".
Agrega que el consumidor mexicano está creciendo de la mano de los productores y su curiosidad forma parte de esta "tormenta perfecta" que ha acabado propiciando el "boom" de la zona.
Los consumidores mexicanos tiene un perfil joven y, a diferencia de los más veteranos, ya no privilegian el vino extranjero, sino que aprecian "las cosas que se hacen bien en nuestro país" y tienen la suficiente "ductilidad" para probar nuevos vinos.
"Y si te quieres sorprender con un vino, pensaría que un vino mexicano es la mejor elección", concluye Pérez.
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