El Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología (Cibyn) de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), con el equipo del doctor José Rubén Morones Ramírez, director del Cibyn, identificó un bioplástico —producido por una cepa autóctona mexicana— con propiedades antimicrobianas, que tendría aplicaciones potenciales en la industria y en el sector salud.
“Nosotros empleamos la competencia antimicrobiana, o sea, cómo podemos utilizar la competencia de dos microorganismos para ver si su interacción nos proporciona una manera de ver o de descubrir nuevos antibióticos. De hecho, esa fue la forma en la que Alexander Fleming descubrió la penicilina, pues tenía unas bacterias que se le infectaron por un hongo después conocido como el Penicillium”.
Basado en esa idea, el equipo de José Morones desarrolló una investigación similar, pero sin basarse en una serendipia y sí en una estrategia específica de competencia antimicrobiana.
“Pusimos a pelear Candida albicans con E. coli, y vimos que dicha competencia generaba en tres horas un químico que mataba a la Candida albicans. Lo mismo vimos con un hongo que aislamos del río Pesquería, cuyo nombre científico es Rhodotorula mucilaginosa, que generaba un plástico, y eso está muy bien, pues lo puedes manipular fácilmente y tiene más aplicaciones que una molécula pequeña”.
El microorganismo aislado del río Pesquería proviene del afluente de una empresa que produce metal en grandes cantidades. En el curso de sus investigaciones, el doctor José Morones determinó que el bioplástico resultante presenta características antimicrobianas.
“Nosotros crecemos los dos microorganismos y vemos la producción del plástico, así como la muerte de la célula. Después ese plástico lo aislamos, y vemos que tiene efecto de muerte con las células. Luego lo probamos en ratones, a los que les inducimos una infección, y se los inducimos vía sanguínea y no tuvo un efecto adverso, sino uno antimicrobiano”.
“Estos plásticos que nosotros desarrollamos, al ser implementados en el sector productivo, se pueden incorporar, por ejemplo, a pinturas para recubrir paredes de hospitales y hacer cuartos totalmente estériles; al área textil, para tener ropa antimicrobiana para evitar mal olor, para prolongar la esterilidad de las gasas”.
José Morones asegura que los resultados de esta investigación tienen un impacto social, ya que las bacterias han desarrollado resistencia a los antibióticos, como consecuencia de la automedicación.
“También está la parte económica, pues no es lo mismo invertir millones en desarrollar un fármaco que se va a consumir toda la vida, por ejemplo, la gente que es hipertensa, o sea pacientes cautivos, que hacerlo en un antibiótico que en tres o cuatro días te elimina eso”.
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