México entero está sentado en el banquillo de los acusados. Todos los medios de comunicación nos difaman, unos desde fuera y otros desde dentro.
Es una lucha mediática, donde se busca acusar a un pueblo, que en el tiempo de las conquista se dejó derrotar para no desaparecer por completo.
Las pruebas culpan a México de un crimen que no todos cometimos. La audiencia está a punto de comenzar- ¡Es culpable!- enfatizan los que nos acusan.
Pero ¿Culpable de qué?
Para nosotros los mexicanos es más sencillo lamentarnos todo el tiempo y de cualquier cosa; en las redes sociales inundadas quejas de todo tipo. Lo malo aquí es la falta de conciencia, que existe al no proponer soluciones a nuestros propios problemas por eso esperamos que otro lo haga.
Nuestra conciencia política es muy cuestionable en ciertos aspectos. No salimos a votar, entonces tenemos al presidente que merecemos. Un presidente que refleja, corrupción, ignorancia, por que lee poco como poco también domina otros idiomas, siendo la figura política que más memes ha generado en la historia reciente de nuestro país.
Luego entonces los mexicanos nos agarramos de ahí, ¡cómo no hacerlo¡ si siempre decimos que el gobierno tiene la culpa de todo, nos cruzamos de brazos en lugar de tomar un libro para leer y salir de la ignorancia. Preferimos tomarnos un trago de tequila argumentando que es mucho más económico que un ejemplar de un buen título literario. Cuando las cifras de la Profeco nos muestran que por persona nos gastamos cuatro mil seiscientos ochenta y cinco pesos al año únicamente en bebidas alcohólicas, por el contrario, se leen 2.8 libros al año per cápita en el mejor de los casos. Impresionantes cifras ¿no lo crees?
De lo anterior nace una frase muy utilizada por los políticos de todos los tiempos “Al pueblo pan y circo”. Y por supuesto que les ha funcionado.
Por otra parte, tampoco ayuda en absolutamente nada el manejar una doble moral y que surja indignación cuando alguien ajeno al país, llámese Trump u otro cualesquiera; es racista y nos discrimina como si no tuviéramos ninguna valía; sin embargo dentro dela misma nación hacemos a un lado nuestros grandes representantes de los pueblos originarios.
Esto puede convertirse en una paradoja pues, por un lado, se enfurecen por lo que dicen afuera, por otro se le da más valor a aquellos que tienen rasgos europeos, entonces viene el malinchismo. Se deja de consumir lo que el país produce pensando que lo hecho en el extranjero es de mucha mejor calidad.
A nuestro México le han dado, eventualmente, el título de “La capital del narcotráfico” por culpa de los “Bad Hombres” que nos arrastran a un desequilibrio social, provocando corrupción e inseguridad.
Nos puede parecer ilógico que mientras olvidamos a personajes que nos han contribuido con un legado de patriotismo, nos enfocamos a figuras intrascendentes como del cine y la televisión ó en el fútbol que se genera violencia por el exceso de entusiasmo.
Otras figuras cotidianas son los “lords y ladys”que se viralizan en las redes sociales, dejando al descubierto la distancia abismal entre la clase trabajadora y la “clase alta”, dejando de lado a la clase media que se encuentra en peligro de extinción.
Los sofás mexicanos se han convertido nada más ni nada menos que en incubadoras de niños obesos, que ven televisión sin contenido cultural, pues la cultura no es un buen productor de ganancias ¿pero qué tal las telenovelas?
Todo lo anterior nos mantiene en el tribunal, cada juez tiene el caso en sus manos, cada uno tiene derecho a emitir su propio juicio al respecto, pero ha llegado el momento de que la defensa entre en acción poniendo en la mesa lo que a la vista de la mayoría ha escapado. Le corresponde darle voz a un pueblo que ha sido muy golpeado por la historia, por nuestro presente, por los embates de la naturaleza, por todos aquellos que les falta un corazón que ame con locura a la tierra que lo vio nacer.
Por eso alzamos la voz, que es el de unos mexicanos orgullosos de serlo, orgullosos de llevar en nuestro rostro los rasgos de nuestros antepasados, de la raza de bronce que lucharon sin descansar, que nos han dejado ciencia, cultura, costumbres, pero sobre todo patria.
Volver a las cosas sencillas pero importantes, a la gente trabajadora que se levanta antes de salir el sol día a día para ver crecer a un país que necesita de soluciones, para poder ver crecer su economía. Porque ciertamente México no es un país pobre, por el contrario, es el país que está creciendo al ritmo más alto en Latinoamérica.
Que los jueces sean capaces de considerar que México crea empleos en ambos lados de la frontera, que abre sus brazos a aquellos que han encontrado en nuestro país a su segunda patria desde los tiempos de Maximiliano de Habsburgo. Ya que nuestra diversidad cultural enamora a cualquiera, con sus más de 60 lenguas indígenas con siete millones de hablantes, incorporando del náhuatl al idioma español palabras hermosas para enriquecerlo; así como comida y bebidas prehispánicas para gusto de propios y extraños como nuestro maíz, tequila y qué decir del mezcal, el pulque, la charanda, el mosquito, la Jamaica, la horchata, el aguacate, el cacao, los tamales, la barbacoa, el pozole y la infinidad de gastronomía que nos representa ante un mundo globalizado. Por si fuera poco, en esta misma línea tenemos vinos de alta calidad compitiendo internacionalmente.
Nuestros grandes escritores que, con su tinta, han dejado una huella enorme por su gran talento un legado de transformación a la humanidad, pero al mismo tiempo de preservación de nuestra esencia. Algunos obteniendo el premio nobel como Octavio Paz, otros quedando por siempre y para siempre en nuestra memoria. Una sor Juana Inés que fue pionera de las grandes escritoras.
Nos representan los grandes destinos turísticos, por la hermosura de nuestras ciudades, que son reconocidas por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Los bellos paisajes naturales que inundan nuestros ojos de bellezas incomparables, las mariposas monarca que han escogido a nuestro país para ser sede de su grandeza. Nuestras playas sin comparación.
Pero sobre todas las cosas es la riqueza de su gente, por cada secuestrador hay miles de compatriotas trabajando por crear un mundo mejor. Por cada mal político hay cientos de jóvenes luchando por alcanzar la cima de una montaña que se antoja lejos pero que en cada paso que da es un paso a la soberanía a la confianza que cuando vemos a un anciano, su rostro representa un pasado también de gloria, de éxitos, a los adultos con la esperanza a cuestas de que todo estará bien si caminamos juntos hacia un fin común, que es la libertad.
Que es un México en donde cada vez que se cante el Himno Nacional Mexicano se nos erice la piel, que cada hombre, cada mujer, se sienta orgulloso de la bandera más hermosa del mundo.
Somos un México de trabajo, de lucha constante, de cultura, de esfuerzo, de armonía, de paz, de belleza, de calidez. Somos !hijos del maíz!
Nuestros brazos están abiertos para abrazar la certeza del país donde quepamos todos, sin importar las diferencias.
Se acabó, la sala se ha quedado en silencio. A lo lejos se escucha una voz y dice:
¡MI VERDADERO MÉXICO! es inocente, no existen terremotos, huracanes, ni seres dañinos, que arrasen con él, somos un país fuerte que resiste, que se levanta por su solidaridad porque al unir sus almas, somos uno mismo.
Nosotros nos declaramos culpables de amarlo de llevarlo impreso en nuestra piel, corre por nuestras venas, somos su rostro, sus pies que caminan hacia adelante, nos erguimos cuando ondea nuestra prodigiosa Bandera las más bonita del mundo.
Somos su cabeza y sus manos que levantaran al pueblo cada vez que sea necesario. Pero sobre todo somos su corazón que ama intensamente a la patria a ¡MI VERDADERO MÉXICO!
Lic. en Educación Media Superior Intercultural, especializada en Literatura y Lengua Española.
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