En México hay una "guerra silenciada" contra los defensores de los derechos humanos, cuyas principales víctimas son los activistas medioambientales y los periodistas, denunció hoy la activista medioambiental Karen Taxilaga en una entrevista con Baja Press en Madrid.
"Si un periodista entra en mi comunidad e intenta sacar la contaminación y los daños que están haciendo las empresas en nuestra área, termina desaparecido", afirma Taxilaga, quien ha sufrido en su país cinco intentos de asesinato.
México es el país más peligroso de América Latina para ejercer el periodismo y uno de los más peligrosos del mundo, con una situación similar a la de Afganistán, Yemen o Siria, según la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF).
De 2012 a 2018, durante la presidencia de Enrique Peña Nieto, 47 periodistas fueron asesinados.
Desde que el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, tomó posesión en diciembre del año pasado, al menos siete periodistas han sido asesinados, aunque uno de ellos no murió por su labor profesional.
En cuanto al número total de víctimas, según datos oficiales, en 2018 se registraron en México 33.369 homicidios, con lo que se convirtió en el año más violento desde que el país hace este tipo de registros (1997).
"Estamos en una fase de guerra invisibilizada", explica esta activista, que lleva seis meses en España acogida en un programa de protección de defensores de derechos humanos, gestionado por la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) y Oxfam, lo que le permite dar a conocer esa situación, además de recibir apoyo personal, tanto físico como emocional y psicológico.
Taxilaga reside habitualmente en Tezontepec de Aldana, en el estado de Hidalgo (centro), donde se vive un grave problema de contaminación de aguas y tierras provocadas por los vertidos de más de 5.800 empresas, próximas a la vecina Ciudad de México.
El problema, es que con esas aguas contaminadas se riegan 90.000 hectáreas de cultivos (lechugas, jitomate, maíz...) que vuelven a la capital. "Estamos regresando a esa misma zona metropolitana la contaminación, pero ahora comestible y se está cerrando un círculo de muerte", afirma, ya que esa contaminación provoca cáncer en miles de niños, infinidad de abortos espontáneos o cánceres de riñón.
Sin embargo, lamenta lo complicado que es denunciar esta situación, por la persecución que sufren tanto los activistas medioambientales que se enfrentan a los poderes como los periodistas que lo denuncian, en el marco de lo que califica como "guerra invisibilizada total".
"Se está acabando con las comunidades indígenas, se está despojado a las comunidades rurales y se está matando a los que alzamos la voz", denuncia Taxilaga, militante de la Unión Fuerza Indígena Campesina (UFIC).
Respecto al papel de las mujeres en esta lucha, considera que lo hacen porque son "creadoras de la vida", que luchan contra" todo lo que significa muerte" y recuerda que, en su zona, 1.300 mujeres campesinas e indígenas de la cultura otomí "están dando la pelea" contra las citadas 5.800 empresas contaminantes.
Según la activista, con una larga trayectoria, esa lucha contra los poderes políticos y económicos es "totalmente desigual", pero se siente optimista ante la llegada a la presidencia de México del izquierdista López Obrador.
"El nuevo Gobierno tiene mucha intención, tanta como nosotros la esperanza de que sí se vea el cambio", aunque lamenta que su estado, Hidalgo, esté gobernado por el PRI, por lo que considera que hay que impulsar desde el pueblo "el cambio total".
Respeto al regreso a su país, no se lo cuestiona. "Tengo que volver. Tengo a mis dos hijos en México", dice, además considera que no pude abandonar a los pueblos indígenas con los que está trabajando desde hace más de veinte años.
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