Captura de capos en México causó narcoinsurgencia, dice escritor Juan Cedillo

Juan Alberto Cedillo|EFE

Con los capos detenidos o muertos, los cárteles del crimen organizado se fraccionaron en pequeñas bandas que protagonizan hoy una violenta narcoinsurgencia en México, asegura para Baja Press el escritor y periodista mexicano Juan Alberto Cedillo.

"La ruptura de los grandes cárteles terminó por provocar una insurgencia criminal porque estas bandas que se quedaron sin cabeza, sin las ganancias que les dejaba la venta de drogas se lanzaron sobre la sociedad", dice Cedillo en su libro "Las guerras ocultas del narco".

Estas bandas, probablemente cientos y que operan "sin pies ni cabeza", usan un modelo de organización heredado del crimen organizado, afirma Cedillo, nacido en 1954 en Ciudad de México y radicado en Monterrey, norte del país.

Asegura que esta narcoinsurgencia ha ocupado pueblos y municipios y se ha metido "como el agua en cualquier negocio donde reina la corrupción".


Como ejemplo, apunta Cedillo, está Tláhuac, uno de los municipios de Ciudad de México donde un grupo criminal reproduce el modelo del crimen organizado y se dedica al secuestro exprés, la extorsión a negocios y la venta de drogas al menudeo.

Este tipo de grupos están activos en los municipios de Ecatepec, Chalco, Nezahualcóyotl (Estado de México) y en Iztapalapa y Tláhuac (Ciudad de México) de una manera subterránea que puede explotarle al próximo Gobierno mexicano, añade.

Lo que este escritor define como "narcoinsurgencia" es el resultado de más de una década de guerra de los cárteles de las drogas y, también, efecto de su combate que se inició en el Gobierno de Felipe Calderón (2006-2012).

En "Las guerras ocultas del narco" (Grijalbo, 2018), Cedillo establece como punto de quiebre la batalla que protagonizaron el cártel de Sinaloa contra el Cartel del Golfo y su brazo armado de los Zetas por el control de Nuevo Laredo, en el estado de Tamaulipas, en 2004.

"La batalla por Nuevo Laredo desata la guerra de los cárteles; en 2006, Calderón lanza su política de combate al narcotráfico y manda al Ejército a las calles con lo que se incrementa la violencia", explica.


Esta ciudad mexicana fronteriza con Laredo (Texas) resultaba estratégica para los cárteles debido a que por ahí transita el 75 % del comercio terrestre de México y Estados Unidos; la batalla por controlarla dejó más de 2.000 muertos.

Nuevo Laredo resultó "un laboratorio donde los cárteles se paramilitarizaron con 'pequeños' ejércitos de sicarios, donde aparecieron las granadas, armas pesadas, cuerpos decapitados, incinerados o descuartizados", explica Cedillo.

La estrategia oficial de combate al narco, centrada en capturar a los capos provocó la división de los cárteles y que "miles de células quedaran acéfalas".

De esta manera grupos criminales como los Zetas, que dominaron el noreste del país de 2001 a 2004, pasaran de ser un cuerpo paramilitar extremadamente disciplinado a decenas de bandas desorganizadas.

En 2012, los "tradicionales" cárteles del narcotráfico, como el de Sinaloa, se replegaron para volver a su negocio original, que era el trasiego de droga, y dejaron en el abandono y sin ingresos a muchas de estas bandas y pandillas.


La actividad de los grupos tradicionales del narcotráfico continúa durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018) y comienzan a observarse disputas entre células acéfalas que luchan por entrar en el mercado en estados como Guerrero y Michoacán.

El autor criticó la estrategia del Gobierno para enfrentar este nuevo fenómeno de criminalidad al señalar que opera como "si fuera el narcotráfico de los grandes capos, cuando ya estas bandas no tienen cabezas grandes; les cortas una y sale otra".

La violencia generada por la guerra entre los cárteles de la droga en México ha dejado más de 100.000 muertos y 30.000 desaparecidos durante los últimos dos sexenios.

En la última década, fueron capturados capos como Alfredo Beltrán Leyva, Vicente Zambada, Ezequiel Cárdenas Guillén; Edgar Valdez, la Barbie; Joaquín "el Chapo" Guzmán; Miguel Ángel Treviño, el Z-40; y Jorge Eduardo Costilla, el Coss.

Las Fuerzas Armadas abatieron también a capos como a Arturo Beltrán Leyva y Heriberto Lazcano alías el Lazca, señalado fundador de los Zetas. 










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