El presidente de EE.UU., Donald Trump, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, hicieron a un lado este jueves sus diferencias políticas para intentar acelerar la ratificación en sus países del T-MEC, un día después de que México diera el visto bueno al acuerdo comercial trilateral.
Un año después de que las tensiones relacionadas con el comercio estallaran en una fuerte disputa entre ambos durante la cumbre del G7 en Canadá, Trump y Trudeau evitaron cualquier atisbo de polémica durante una reunión de una hora y media en Washington.
"Quiero agradecerle mucho, Justin, que haya venido a la Casa Blanca", dijo Trump al recibir en el Despacho Oval al líder canadiense, al que describió como "un amigo".
Lejos quedaban los calificativos de "sumiso", "deshonesto" y "débil" que Trump dedicó a Trudeau tras retirar la firma estadounidense del comunicado final de la última cumbre del G7, después de que el primer ministro canadiense advirtiera de que su país no se dejaría "avasallar" por Estados Unidos y sus aranceles.
La tregua se debe a la voluntad de ambos de implementar cuanto antes el T-MEC, suscrito el pasado diciembre pero que hasta ahora solo ha ratificado México, y que reemplazaría al actual Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en vigor desde 1994.
Trudeau se juega la reelección en octubre y las encuestas sobre intención de voto le sitúan en segundo lugar, por detrás del Partido Conservador, por lo que la entrada en vigor del T-MEC le permitiría presumir de haber contenido los choques comerciales que su país ha mantenido con EE.UU. desde que Trump llegó al poder en 2017.
Por su parte, el mandatario estadounidense quiere ratificar el pacto antes de los comicios de 2020 en su país, pero para ello debe convencer a la presidenta de la Cámara Baja, la demócrata Nancy Pelosi, de que someta el acuerdo a votación en ese hemiciclo.
Trump se mostró muy optimista sobre las perspectivas del pacto en el Congreso estadounidense y opinó que Pelosi "hará lo correcto".
"Realmente creo que la Cámara Baja lo aprobará, y que el Senado (controlado por los republicanos) lo aprobará rápidamente. Va a ser algo muy bipartidista", pronosticó Trump.
Trudeau se reunió poco después con Pelosi y describió su conversación con ella como "muy franca y positiva", aunque también expresó su temor de que el Congreso estadounidense modifique lo negociado entre los tres países.
"Cualquier reapertura del TLCAN no solo llevaría a nuevas negociaciones largas, sino que podría perjudicar los resultados para Canadá", admitió Trudeau en una conferencia de prensa posterior.
Trudeau también mantuvo una "larga conversación" con Trump sobre la "injusta detención" en China de dos ciudadanos canadienses, una medida que Pekín tomó el año pasado como represalia por el arresto en Canadá de la directora financiera de Huawei, Meng Wanzhou, por petición de Estados Unidos.
Trump afirmó que, si el líder canadiense se lo pedía, plantearía "absolutamente" el tema durante su reunión de la semana que viene en Japón -durante la cumbre del G20- con el presidente chino, Xi Jinping, y agregó: "Si puedo ayudar a Canadá, lo haré".
Además, llegaron a un acuerdo que puede ayudar a Washington si sigue escalando su guerra comercial con Pekín: desarrollar un plan de acción conjunto para "asegurar un suministro fiable" de "tierras raras", metales necesarios para fabricar muchos dispositivos electrónicos y de los que China es el primer proveedor mundial.
Según la Casa Blanca, también "reafirmaron su compromiso con la defensa de la democracia y los derechos humanos" en Latinoamérica y acordaron "desarrollar una estrategia" conjunta para hacer frente al problema de adicción a los analgésicos opiáceos en ambos países.
Aunque la amenaza de futuros aranceles estadounidenses a Canadá no se ha disipado del todo -Trudeau mencionó, en particular, la importancia del libre comercio de uranio y tablas de madera blanda-, el primer ministro canadiense minimizó sus diferencias con Trump y llamó a centrarse en "las cosas que importan de la relación".
Y Trump se sintió lo suficientemente cómodo como para presumir ante Trudeau del rediseño de su avión presidencial, al colocar una maqueta del Air Force One pintado a su gusto -con franjas blancas, rojas y azules; los colores de la bandera estadounidense- en la mesa de café frente a la que ambos se sentaron en el Despacho Oval.
"Va a ser algo maravilloso. Boeing lo está construyendo", se vanaglorió Trump.
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