Mitigar la sobreexplotación de los océanos requiere reducir los subsidios que los diferentes Gobiernos otorgan a las pesquerías, algo que fomenta la competencia irregular y la sobrepesca, contó Maximiliano Bello, oficial principal de una destacada ONG dedicada a la mejora de políticas públicas.
Con motivo de la Cumbre Mundial del Océano que se celebra en Cancún del 7 al 9 de marzo, el especialista de la estadounidense The Pew Charitable Trusts apuntó que se destinan al menos 20.000 millones de dólares anuales a subsidios que recalan en flotas industriales en lugar de a pequeños pescadores.
Los países que subsidian sus pesquerías no pueden seguir extrayendo de una forma inflada los recursos del mar, ya que estos no responden al dinero de los subsidios, sino a unas características biológicas determinadas", aseveró.
Esta medida encajaría dentro de una "economía azul", que interactúa con el océano considerando los aspectos fundamentales de conservación y no únicamente un punto de vista extractivo.
Bello indicó que es necesario acabar con el paradigma de explotación, que piensa que debe elegirse entre la conservación de los océanos o el progreso. "No hay progreso si no hay conservación. No hay negocios en un mar que está muerto", añadió.
Entre las medidas que propone este enfoque se encuentra también la reducción de la pesca ilegal, que representa 23.500 millones de dólares en productos pesqueros al año y "es injusta con aquellos que realizan actividades legales y de buena forma sustentable".
Derivado de esta pesca clandestina, los Gobiernos aquejan una pérdida de ingresos, las comunidades costeras pierden alimentos y, con frecuencia, algunos hábitats marinos son destruidos.
De los peces que consumimos, al menos uno de cada cinco son peces que han sido ilegalmente tomados del océano. Por eso, tenemos que eliminar la pesca ilegal de una vez", aseguró Bello, que es maestro en manejo de recursos naturales por la Universidad de Edimburgo.
Asimismo, enfatizó la necesidad de considerar la protección del hábitat de las especies marinas como una "inversión en el beneficio de muchas otras actividades, no solamente pesqueras, sino de turismo, y que, además, salvaguardan las infraestructuras costeras".
Solo un 3,6 % del océano tiene algún nivel de protección, y apenas un 1,8 % se considera que tiene una protección alta, según The Pew Charitable Trusts.
Los ecosistemas de costa -manglares, marismas y lechos de algas- son criaderos de peces esenciales y acaparan grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2), mitigando el impacto en las comunidades amenazadas por el aumento del nivel del mar, cada vez más preocupante debido al cambio climático.
Esta serie de medidas de "economía azul" responden a las necesidades del océano que, a raíz de acciones humanas erróneas, "está empezando a fallar".
"Hace 20 años veíamos al océano como una fuente infinita de recursos o un pozo donde puedes tirar todo porque parece que desaparece", comentó Bello, quien alertó de que los plásticos vertidos al mar permanecen y cambian la naturaleza de los ecosistemas y de las especies que los habitan.
Se estima que entre cinco y 13 millones de toneladas de plástico ingresan al océano anualmente, con pérdidas económicas de al menos 13.000 millones de dólares anuales.
El experto señaló que hay un cambio de paradigma en los últimos años por parte de los países latinoamericanos a la hora de atender la problemática, encumbrando la labor de naciones como México o Chile.
Atribuyó la grave situación de los mares del mundo a la falta de información y de consciencia sobre las consecuencias de la extracción indiscriminada de los recursos del océano.
"Hoy día la información y la tecnología disponible es suficiente para que se puedan tomar las decisiones correctas", concluyó.
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