China respondió hoy al proteccionismo de Trump con el anuncio de posibles aranceles por valor de 3.000 millones de dólares a la importación de productos de EEUU, una medida que aviva el miedo a una guerra comercial que Pekín quiere evitar.
"China no quiere una guerra comercial, pero no le tenemos miedo en absoluto. Tenemos la confianza y la capacidad de afrontar cualquier reto", subrayó con contundencia la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino Hua Chunying en rueda de prensa en Pekín.
Su comparecencia se produjo unas horas después de que el Ministerio de Comercio chino anunciara la posible imposición de tarifas a 128 productos de EEUU, incluyendo aranceles del 25 % a productos de aluminio reciclado y carne de cerdo, y del 15 % para vinos, frutos secos, fruta o tubos de acero.
"Han infravalorado la capacidad de China para salvaguardar sus legítimos derechos e intereses y este es el coste que Estados Unidos tiene que pagar por sus acciones imprudentes", sentenció Hua ante la prensa.
Estas cargas, que se aplicarán en dos etapas, son la respuesta de Pekín a los aranceles por valor de 60.000 millones de dólares a la importación de productos chinos que anunció ayer Donald Trump, con el objetivo de recortar el fuerte déficit comercial que tiene su país con China y castigar el presunto robo de patentes.
"A pesar de las apariencias, la respuesta de Pekín sí ha sido contundente. Tarifas a productos por valor de 3.000 millones parece poco contundente si lo comparamos con la amenaza de Trump de aplicar tarifas por valor de 60.000. Sin embargo, la respuesta de Pekín parece ser muy hábil", comenta Alex Fusté, economista jefe del banco andorrano Andbank.
Según sus pronósticos, aunque el Ministerio de Comercio chino no ha detallado los productos a los que podría aplicar tarifas, se dirigirá principalmente a productos agrícolas, "con los que podría infligir un gran daño a los productores estadounidenses".
"Las decisiones siempre se utilizan para enviar señales, y las señales que Pekín estaría enviando con una respuesta tarifaria por un valor de sólo 3.000 millones de dólares son esencialmente tres: responderemos, tenemos más capacidad para golpear y no queremos una escalada en el enfrentamiento", agrega Fusté.
A cierre de 2017, el superávit comercial de China con EEUU era de 1,87 billones de yuanes (288.000 millones de dólares, 239.000 millones de euros), lo que supuso un aumento del 13 % respecto al ejercicio anterior en el primer año de la presidencia de Trump.
Además de exigir a China que se equilibre la balanza comercial entre ambos países, el presidente de EEUU ha recurrido al artículo 301 de la Ley de Comercio Exterior estadounidense de 1974 para investigar el presunto robo por parte de China de propiedad intelectual estadounidense y la transferencia forzada de tecnología.
"La innovación china no depende de robos", sino del "trabajo duro" de los ciudadanos chinos, se defendía Hua.
La respuesta estadounidense ha desatado un temor generalizado a una batalla comercial y ha provocado importantes caídas en los mercados bursátiles a nivel internacional, lo que según la portavoz de Exteriores china demuestra "la falta de confianza de los mercados" en las políticas de Trump y "la preocupación de la comunidad internacional".
Aunque considera "exagerada" esta reacción de las bolsas, el profesor Li Wei, director del Centro de Economía y Desarrollo Sostenible en China, explicó que puede deberse a que los aranceles de Trump a China no sólo afectan a este país asiático.
"Imaginemos que se imponen aranceles en Estados Unidos a la importación de teléfonos de Xiaomi o Huawei, por ejemplo. Sus componentes están fabricados en países asiáticos como Japón, Corea o países emergentes, así que toda la cadena de valor se verá afectada y sufrirá", señaló.
Por ello, considera que la medida será "impopular" tanto en EEUU como en Asia.
Michael Kagan, gestor de Clearbridge, filial de la estadounidense Legg Mason, advierte por su parte de que EEUU podría ir más allá y bloquear inversiones chinas en su territorio, restringir su capacidad para hacer negocios e incluso limitar la entrada de ciudadanos chinos a suelo estadounidense.
"En función de la gravedad de esta conclusión, podrían producirse represalias con un efecto similar por parte de Pekín contra las empresas y las importaciones estadounidenses", apunta, al tiempo que avisa de que esa respuesta "podría generar un terremoto en los mercados".
En su opinión, "una guerra comercial con el país asiático perjudicaría a más empresas cotizadas estadounidenses de las que beneficiaría", como a las de los sectores aeronáutico, automovilístico, el de los cultivos agrícolas, semiconductores y productos químicos.
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