Desde que a los cinco años vio la mítica película "Jaws", el biólogo Mauricio Hoyos quedó prendado de los tiburones blancos, criaturas a las que ahora dedica su vida, aportando relevantes descubrimientos e intentando desmontar su fama de sangrientos depredadores.
"Decía mi papá que cuando vio la película fue horrible, que mucha gente salía del cine porque no soportaban ver a ese animal gigantesco; causó un efecto muy negativo en toda la gente", relata el investigador en una entrevista con para Baja Press.
Sin embargo, en su caso ocurrió todo lo contrario: se le hizo un "animal perfecto" y decidió darle una segunda oportunidad, buscando toda la información disponible en ese momento, que no era mucha y los describía como criaturas asesinas, que buscaban alimentarse de seres humanos.
Esta fama les viene de lejos. El nombre científico de la especie, Carcharodon carcharias, que se le concedió en el siglo XIX, hace referencia a los afilados dientes del animal, y sus características físicas son imponentes.
"Pueden alcanzar un talla de hasta 6,5 metros, y pueden tener más e 300 dientes a la vez. Eso lo hace ver como podría ser un monstruo", reflexiona Hoyos.
El biólogo marino sostiene que los tiburones no eligen a los seres humanos como presas, y que en todos sus años de trabajo con ellos -desde 1998 con tiburones y desde 2003 con el tiburón blanco- no ha vivido ningún momento en que haya visto que le quisieran "lastimar".
Pese a esto, sí conserva el recuerdo de algunas lesiones vinculadas con los animales. Por ejemplo, "perdí parte del dedo sacando un tiburón de una jaula", por un accidente a la hora de amarrar una cuerda, y "tengo la mordida de un tiburón galápago" que intentaba defenderse cuando le ponían una marca.
Hoyos encabeza el proyecto de la Alianza WWF-Fundación Telmex Telcel que se dedica a la conservación e investigación del tiburón blanco en la Isla Guadalupe, el punto más occidental de México, perteneciente al estado de Baja California.
Gracias a esto, se han identificado en el lugar 272 tiburones blancos, tanto adultos como juveniles.
"Lo más interesante que hemos encontrado es que ellos utilizan las características físicas de cada sitio a su favor; se comportan de manera diferente de acuerdo con dónde estén", indica.
En Guadalupe, donde la visibilidad en las aguas es muy buena, esperan a sus presas favoritas, los elefantes marinos, frente a las colonias, pero lo hacen en profundidades que van "entre 200 y 300 metros".
"Antes se pensaba que no podían hacer eso, porque en todas partes del mundo atacan a 20 metros de la superficie", explica Hoyos, quien asegura que con el trabajo de años "han cambiado muchas cosas de lo que se pensaba de estos animales".
La vida de este biólogo en ocasiones se vuelve bastante solitaria, ya que ha permanecido en periodos de hasta cinco meses en la isla -en la que solo vive una comunidad de pescadores y otra de militares- con la única compañía de unos pocos estudiantes que realizan sus investigaciones de maestría o doctorado.
Dado que la isla se encuentra a más de 200 kilómetros de la Península de Baja California, su actividad implica necesariamente un cierto aislamiento. "Tenemos un teléfono satelital. Y deberíamos tener internet, pero no hemos podido colocar bien la antena; para eso va a tener que venir un técnico", comenta.
Él y su equipo salen al mar a trabajar todos los días, excepto cuando hay huracán o mucho viento, y se dedican a actividades como sacar biopsias -con las cuales "se pueden hacer cinco distintos tipos de análisis"-, colocar marcas en los animales o aparatos en las aguas que dan seguimiento a los mismos.
Para estudiar al tiburón blanco en México, reconoce, ha habido que "picar piedra", y prácticamente empezar de cero en Isla Guadalupe, pero gracias a los avances se ha conseguido "información muy importante que ha ayudado a proteger a esta especie".
Aun así, a los investigadores les quedan varias incógnitas por despejar. "Queremos saber el gasto energético que tienen al estar tratando de alimentarse de la carnada frente a los barcos" turísticos que ofrecen tours para contemplar al tiburón, asevera.
Además, se ha visto cómo algunas hembras tienen "marcas de cortejo (que les realizan los machos antes de la cópula) ¿Será que están copulando en la isla?".
Y aunque ya descubrieron que los tiburones pueden atacar en aguas profundas, queda por saber cómo lo hacen exactamente, si hay un punto en especial o "están patrullando", agrega Hoyos, quien apuesta por el avance de las tecnologías para conocer aun más a estos majestuosos seres.
Isabel Reviejo | El biólogo marino Mauricio Hoyos durante una entrevista rumbo a Isla Guadalupe, Baja California
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