El Leganés alcanzó, con un recital de equipo en el Santiago Bernabéu, las semifinales de la Copa del Rey por primera vez en su historia, remontando la eliminatoria a un Real Madrid a la deriva, sin lucidez, que se dirige al abismo con Zinedine Zidane incapaz de reconducir un equipo perdido (1-2).
Un equipo con mayúsculas, trabajado de arriba abajo por Asier Garitano, escribió la página más brillante de su existencia con una conquista del Bernabéu histórica. Nunca al Real Madrid le habían remontado en su estadio una eliminatoria copera tras haber vencido en la ida, pero al actual, en plena destrucción sin freno, cualquier rival tiene capacidad para golpearle con dureza e instalarla en la duda.
La trayectoria del Real Madrid en Copa del Rey no podía ser más extraña en el Santiago Bernabéu y la remató. Sin la jerarquía a la que estaba obligado ante rivales de otras divisiones como Fuenlabrada o Numancia, con dos empates sonrojantes, la historia se repetía en cada eliminatoria. Victoria en la ida a domicilio y a jugar con fuego en la vuelta. Frente al primer rival instalado la elite, repitió los males y en esta ocasión los pagó caros.
Lejos de salir con ganas de comerse el mundo para encadenar tres victorias y ver al final la luz al final del túnel, los hombres de Zidane salieron como si nada hubiese en juego. El técnico reforzaba la segunda unidad con Ramos, Isco y Benzema, pero el contraste de ilusión era un golpe de realidad para la grada del Santiago Bernabéu que este curso asiste a un inacabable examen de paciencia.
Sin nada que perder, el Leganés salió a perseguir un sueño y no cesó en su empeño hasta que marcó. Desde el inicio avisó con sus intenciones, con un disparo de falta al palo de Beauvue. El planteamiento de Asier Garitano dejaba en evidencia a un Real Madrid sin fe, que llegaba tarde a cada balón dividido y con una distancia insalvable entre líneas.
Con Asensio desaparecido, como en Butarque hasta que salvó su partido con un gran gol, fue Isco el que intentó echarse al Real Madrid a sus espaldas. A Benzema se le examina en cada acción. Por milímetros no llegó a un centro que buscaba su cabeza. Lo único de peligro madridista en un primer acto en el que ni tiró a portería rival.
En cambio, el Lega se fue creyendo sus opciones. Con el duelo más abierto que en la ida, a su esfuerzo le comenzó a poner llegadas con criterio. Buscando la velocidad de Amrabat, probando a Casilla con un disparo lejano de Brasanac y un testarazo Gabriel, libre de marca en un saque de esquina. Claro síntoma de concentración que se extendió con una jugada desgraciada recién pasada la media hora de juego.
Achraf cedió con duda el balón a Nacho que se escurrió. Eraso robó y con metros para correr para plantarse mano a mano ante Casilla, optó por el disparo lejano, repleto de confianza, y lo colocó en la escuadra. Un golazo que resucitaba la eliminatoria. Un nuevo partido a contracorriente del Real Madrid en el Bernabéu.
A diferencia de lo ocurrido ante el Dépor, sin Bale ni Cristiano, no hubo reacción. El equipo pedía un líder mientras las dudas devoraban al equipo blanco y Beauvue rozaba la escuadra con una tijera para cerrar el primer acto.
Era obligado el cambio de imagen madridista en la reanudación y no tardó en encontrar el premio en cuanto le puso actitud. A los dos minutos llegaba el reencuentro de Benzema con el gol. Desde el 25 de noviembre no marcaba pero no le temblaba el pulso cuando tras su buen movimiento al espacio, recibía el pase de Lucas Vázquez y picaba con calidad el balón a la salida de Champagne.
Todo debía quedar a favor del Real Madrid superado el susto, pero la falta de autoestima provoca que cada encuentro de local sea una lotería. Su juego era a impulsos de individualidades ante un ejemplo de bloque trabajado, equipo de autor el de Garitano, que volvió a golpear con la potencia del testarazo de Gabriel a un córner de Eraso. Con toda la fe del mundo, como la del Leganés.
En el nuevo escenario el Real Madrid estaba obligado a marcar o se despedía de la segunda competición de la temporada tras su debacle liguera. En la mente de todos se presentaba Bale y su estado de gracia actual, al que Zidane dejó en la grada de forma incomprensible.
Entraban Carvajal y Modric como primeras soluciones. Los que estaban debían arreglar el desaguisado ante un Leganés tan bien posicionado que evitaba las llegadas. Mayoral aumentaba la presencia ofensiva por un Isco que se marchaba enfadado, cansado de ser sustituido cuando es titular.
El milagro debía llegar en los últimos minutos porque Champagne respondía con firmeza en las dos acciones en las que le probaron. Dejó un paradón a Benzema, solo para marcar como si de un penalti se tratase tras pase de Lucas Vázquez.
Todo era Lucas y su orgullo en ataque. Otro centro suyo lo remataba Mayoral rozando el palo y un testarazo de Ramos lo sacaba el portero de un Leganés que contó cada segundo del final achicando en su área ante la desesperación de un Real Madrid a la deriva, sin opciones en Liga, eliminado de Copa y jugándose toda la temporada a una carta: el PSG en Liga de Campeones. De tocar el cielo sintiéndose invencible y campeón del mundo, a una crisis sin fin.
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