Sus risas y cánticos rompen el silencio de las calles de la comunidad mexicana de San Nicolás de los Ranchos. Son los Xinacates, hombres y niños sin ropa y con el cuerpo pintado, que realizan bailes prehispánicos durante tres días para expulsar a los demonios del pueblo.
Los participantes en esta danza carnavalesca que terminó hoy bailan semidesnudos, cubiertos de tintes de colores brillantes y ocultando sus rostros con máscaras de luchadores. "Estamos enfrentando al diablo" comenta sin dejar de moverse un niño de unos 10 años que forma parte de la comparsa.
Aldo y sus dos amigos son los primeros en llegar a las céntricas calles de San Nicolás de los Ranchos, en el central estado mexicano de Puebla, donde a partir del mediodía cientos de hombres de todas las edades se concentrarán en el tradicional baile.
También conocida como danza de "los judíos", de "los tiznados" o de los "hombres desnudos", esta tradición prehispánica no ha muerto pero ha evolucionado con el paso de los años.
Atrás quedó el uso de manteca de cerdo, ceniza o el aceite usado de los automóviles para pintar su cuerpo; ahora, los jóvenes se cubren con una mezcla de aceite comestible y pinturas industriales.
"Compramos tres bolsitas de tinta a diez pesos (0,53 dólares) y el aceite de 19 pesos (1 dólar)" comenta Aldo visiblemente contento por sus compras.
Por poco más de dos dólares y en cuestión de minutos, Aldo y sus amigos pintaron todo su cuerpo de un plateado brillante y bailaban sin cesar encarando al diablo.
Este ritual ancestral simboliza la lucha del bien contra el mal. Pobladores danzan para expulsar a los demonios del pueblo y para pedir la fertilidad de la tierra.
Los pobladores señalan que antiguamente juntaban la tierra sobre la que bailaban y la depositaban sobre los terrenos para que la cosecha fuera buena. El paso del tiempo ha conservado la esencia del ritual, sin embargo muchos de los participantes desconocen qué hay detrás de sus cuerpos pintados.
En cada esquina comienzan a agruparse los jóvenes, van con botellas de aceite, máscaras, machetes y cadenas. Cualquier patio o descampado es bueno para la transformación que no dura más de 15 minutos.
Jesús Morales, originario de esta comunidad, se prepara con sus amigos en el patio trasero de su casa. Todos ante la mirada de sus esposas, novias e hijas ya que solo pueden participar los hombres.
Comienzan pintando sus piernas y entre ellos se ayudan para cubrir la espalda y el pecho. "Llevo toda la vida participando, desde los nueve años", comenta Jesús mientras pinta su cara. "Es un privilegio contar con estas costumbres" señala.
Con machete en mano y totalmente irreconocible sale a las calles entre el estruendo de cohetes y el sonido de bandas de música.
Comienza así el último día de carnaval en San Nicolás de los Ranchos. Xinacates se reúnen en el centro de la comunidad y bailan por horas ante la mirada atenta de locales y turistas.
Yamil Sánchez salta sin descanso, lleva cuatro años participando en este ritual y comenta el significado que tiene cada color en el cuerpo de los participantes: "El negro es para pedir buena cosecha de frutas y fríjoles mientras que el dorado es para que la cosecha de maíz sea buena".
Un estallido de color envuelve las calles de esta región volcánica. Hasta que caiga la noche cerca de 600 danzantes desfilarán por las calles del pueblo.
Los curiosos que se resistan a colaborar con una propina acabarán pintados ya que los Xinacates piden para "el baño" una cooperación a los que miran sus bailes.
Así, entre música de banda y fuegos artificiales se puso fin a las dos semanas de carnavales de la región.
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