A António Lobo Antunes no le gusta mirar hacia atrás. El escritor portugués mantiene los ojos en el presente y defiende que es inútil pensar en lo que ya ha ocurrido, porque "vivir es escribir sin goma".
"No puedo volver a ser el hombre que he sido ayer (...), vivo en el presente", asevera el autor (Lisboa, 1942) en una entrevista para Baja Press en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
En este evento editorial está presentando "No es medianoche quien quiere", su más reciente libro publicado en español; una narración escrita con un estilo muy libre, en la que el tono poético envuelve la historia de una mujer que, al regresar a la casa familiar donde pasaba las vacaciones, da rienda suelta a sus recuerdos.
El río de evocaciones de su personaje se topa con una de las limitaciones del ejercicio de la escritura, el hecho de que "es imposible traducir emociones, pulsiones, etcétera, con palabras".
"No es difícil, es peor, es imposible. Lo que haces es intentar hacerlo de la mejor manera. En general, el libro no tiene que ver con emociones interiores tuyas, el libro tiene su código emocional, como una persona", argumenta Lobo Antunes.
En su trabajo, en el que dice que todavía no sabe si ha encontrado su voz propia como narrador o si esta le encontró a él, se dedica a hacer -asegura- "imitaciones de la vida".
El escritor manifiesta que no le quedan muchos libros por delante porque, simplemente, ya no le "apetece": "Es difícil imaginar la vida sin escribir, pero no sé... apostar por el futuro es para quien ha desistido de vivir en el presente; no sé lo que va a pasar, pero no pienso escribir muchas cosas, no".
Lobo Antunes ha llegado a Guadalajara justo diez años después de que la FIL le otorgara su reconocimiento máximo, el Premio de Literatura en Lenguas Romances, que anteriormente recibía el nombre de su amado Juan Rulfo.
Seguir durante días una agenda repleta de conferencias, charlas y entrevistas como integrante de la delegación de Portugal, país invitado de honor de esta 32 edición, ha hecho mella en el ánimo del escritor, quien manifiesta estar algo "cansado".
"(Normalmente) no voy a nada, no voy a acontecimientos, no doy entrevistas, es muy poco frecuente que eso pase, porque lo que yo digo no tiene ninguna importancia", apunta el escritor, quien en 2007 también recibió el Premio Camões, el más prestigioso de la literatura en portugués.
Lo importante, remarca, "son los libros, no yo". "Yo puedo tener importancia para las pocas personas que se interesan por mí, espero", agrega.
Dejando fuera aquellos eventos excepcionales que cambian sus hábitos, el autor sigue intensas jornadas que le llevan a sumergirse en la novela que está creando desde las siete de la mañana hasta la medianoche, con pocas horas de descanso. Está convencido de que, si no se mantiene un cierto sistema, escribir "no es trabajo".
"No es nada rutinario, porque cada día es completamente diferente", asegura el portugués, que a la hora de escribir no cambia por nada el trazo en la hoja de papel.
Presume de vivir como le "da la gana" y como quiere, y de "nunca" haber aceptado un consejo: "Ni en la vida, cuando era niño, para desesperación de mi madre, ni después".
Rompiendo su convicción de no hacer hipótesis con el pasado, este licenciado en Medicina acepta dar una respuesta a la pregunta de si volvería a dejar su trabajo como psiquiatra para dedicarse de lleno a la escritura, como hizo en 1986.
"Volvería a hacer muchas cosas idiotas; me gustan las cosas idiotas, son parte de la vida, y me gusta mi lado idiota", comenta.
Aunque cuando se le piden ejemplos de cómo es ese lado "idiota" al que se refiere, se limita a sonreír y dar una escueta respuesta: "Míreme y descúbralo".
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